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Galería de Enrique Meneses

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El Che Guevara, Fidel Castro y Camilo Cienfuegos (arriba a la derecha), en primera línea de fuego durante el combate de Pino del Agua.

El Che Guevara, Fidel Castro y Camilo Cienfuegos (arriba a la derecha), en primera línea de fuego durante el combate de Pino del Agua. Foto: Enrique Meneses.

Leo en el Ideal de Granada que el último fotoperiodista internacional que vive en Katmandú es granadino. Se llama Omar Havana, tiene 39 años y su trabajo nos ha ayudado a comprender la magnitud y la crudeza del terremoto de casi 8 grados de intensidad que ha arrasado Nepal. La imagen de apertura del New York Times del domingo pasado –un fotón impresionante- llevaba su firma. Vivió la tragedia desde el sexto piso de un edificio de 11 plantas y su reacción inmediata fue comenzar a fotografiar el miedo y el pánico de un país devastado. Cartier-Bresson, el padre del fotoperiodismo, decía que “los hechos no son interesantes. Es el punto de vista sobre los hechos lo que es importante. Y en fotografía es la evocación. Algunas fotografías son como un cuento de Chejov o Maupassant. Son rápidas y en ellas hay todo un mundo. Pero uno no es consciente de ello mientras dispara”.

Así explicaba también Enrique Meneses el instante en el que logró retratar a Fidel Castro, en plena Revolución cubana. El reportero quería fotografiarle de espaldas, pero el guerrillero se dio en ese momento la vuelta y la imagen del requiebro, y su mirada, quedó para la posteridad como símbolo de un tipo que aún hoy sigue marcando la historia de América Latina. Esta es una de las noventa fotografías que componen la exposición Enrique Meneses. La vida de un reportero, que puede verse hasta el 26 de julio en la Sala Canal de Isabel II, en Madrid. La muestra, comisionada por Chema Conesa, está organizada por la Comunidad de Madrid dentro de la Sección Oficial del Festival PhotoEspaña 2015 y ha contado con el apoyo de la Fundación Enrique Meneses.

En la inauguración, Conesa definió a Meneses como “periodista antes que reportero”, en la medida en que “no sometió nunca el hecho de contar una historia a las reglas estilísticas que puede tener la fotografía”. Fue un periodista pionero, audaz, autónomo y con un olfato especial para buscar la noticia en los acontecimientos internacionales. Sus fotos llenaron las portadas de Paris Match, Time-Life o The New York Times. Llegó a Egipto en pleno auge nacionalista del nuevo régimen del presidente Nasser y vivió durante cuatro meses atravesando África. Fue testigo de la guerra de Suez, el arranque de la revolución cubana en Sierra Maestra –compartió confidencias con los Castro y el Che Guevara– y las tensiones de la guerra fría, personalizadas en la cumbre de Viena en 1961 entre Kruschev y Kennedy. Escuchó el sueño de Martín Luther King en la marcha contra la discriminación racial en 1963, en cuya recepción oficial le recordó a Charlton Heston que llevaba una corbata con el dibujo de la espada del Cid, obsequio de los técnicos que participaron en el rodaje de esta película en España. También retrató el Blowing in the wind de Bob Dylan en el Lincon Memorial de Washington. No le hizo ascos a nada: fotografió a personajes anónimos y conocidos, políticos, gentes de la cultura y de la farándula, como Dalí, Hitchcock, Don Juan Carlos y Doña Sofía el día de su boda, Cassius Clay, Hussein de Jordania o Henry Fonda. También selló trabajos memorables en Los Reporteros de TVE, dos de los cuales se pueden observar en la muestra del Canal de Isabel II.

En julio de 1993, ya enfermo, asistió al cerco de Sarajevo. Fue su último trabajo como enviado especial, tal como evoca Gervasio Sánchez en el magnífico documental que acompaña a la exposición de fotos y objetos del periodista. Para entonces su archivo personal ya sumaba 15.000 negativos.

Meneses tuvo su época de gloria durante las décadas de los sesenta y setenta. Luego se mantuvo en un segundo plano porque el periodismo español suele ser rácano con quien orienta su talento hacia el exterior. En el tramo final de su trayectoria mantuvo su compromiso político con los débiles y volvió a exhibir su olfato lanzándose al uso de las nuevas tecnologías –tuvo un blog de éxito y abrió perfiles en las redes sociales- y acudiendo a muchas conferencias en las que trató de acercar a los jóvenes la importancia de mantener la curiosidad en un oficio que uno nunca abandona del todo. También escribió un libro de memorias, Hasta aquí hemos llegado, que debería ser de obligada lectura en las facultades. “Yo sigo trabajando, no he dejado de escribir ni un día desde que tenía 15 años”, confesó a El País poco antes de morir.

No recibió una formación técnica. Sus fotos carecen de retoques ni de edición. Siempre se buscó la vida y fue un antecedente del periodista-orquesta que escribe, fotografía y hace vídeos. La mirada simple y cercana de Meneses es un testimonio imperecedero del periodismo de observación y de suela gastada que huye del inmovilismo de las redacciones. García Márquez escribió que el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse con la realidad. Meneses sostuvo siempre que esta profesión era un 70% de paciencia, un 20% de profesionalidad y un 10% de suerte. La fórmula le valió para retratar el siglo XX a través del tamiz de su cámara. Y este es un legado al que siempre merece la pena regresar.

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Fidel-Castro-Raul-Castro-y-Enrique-Meneses

De izq. a dcha.: Fidel y Raúl Castro, y Enrique Meneses, en Sierra Maestra. 1959.

 

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Portada de Paris Match con foto de Enrique Meneses.

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Dominguin y Picasso

Luis Miguel Dominguín y Picasso. Foto: E. Meneses.

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Dalí en Nueva York

Meneses fotografió a Salvador Dalí en Nueva York.

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Meneses cubrió la boda entre Don Juan Carlos y Doña Sofía.


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