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Una vacuna contra el Alzheimer

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Dementia Disease

Foto: lalamentable.org

La ciencia nos redime frente a la barbarie de la civilización. Pese a la fuga de cerebros. Pese a los recortes. Pese a las innumerables zancadillas interpuestas por gobiernos de un signo y de otro. Esta semana se ha hecho público que una vacuna desarrollada por científicos del Centro de Investigación Biomédica EuroEspes, dirigido por el doctor Ramón Cacabelos y con sede en Bergondo (La Coruña), ha demostrado su eficacia contra el Alzheimer. Un nuevo estudio elaborado sobre ratones descarta los posibles efectos secundarios observados en análisis previos de esta prometedora vacuna, conocida con el nombre de ‘EB101’.

Leo que el trabajo, publicado en BioMed Research International, confirma el potencial de la vacuna experimental de EuroEspes, patentada en 2010 en EE UU y cuyos primeros ensayos clínicos revelaron dos años más tardes un efecto terapéutico y preventivo. La vacuna “se caracteriza por la introducción de un nuevo inmunógeno‐adyuvante diseñado para generar anticuerpos contra las placas neuríticas donde se acumula la proteína beta‐amiloide que daña el cerebro de los pacientes con Alzheimer”.

Es una noticia insuficiente, pero extraordinariamente positiva para los más de 44 millones de personas que sufren Alzheimer en el mundo, una cifra que puede escalar hasta los 135 millones en 2050 si se cumplen las previsiones de algunos especialistas. El Alzheimer representa la principal causa de demencia en personas mayores de 65 años y en los países desarrollados. Es un piélago devastador que gangrena el sistema cognitivo y que destruye la memoria, que es tanto como decir nuestro principal instrumento intelectual.

Pedro Simón escribió en Memorias del Alzheimer que esta enfermedad “es una escalera de caracol que va para abajo”. Consiste en saber que vas a empezar a olvidar lo que recuerdas y que vas a recordar lo que olvidas. Hay casi un millón de personas en España en esta tesitura. Descuidos, falta de atención, relajamiento de la estética y de la higiene, pérdida de la concentración. Comienzas haciendo dos veces el sofrito del arroz y acabas perdiendo las llaves de casa. Mercero le dijo un día a sus amigos en el bar: “no sé quiénes sois, pero sé que os quiero”.

Todas las enfermedades son jodidas, pero esta es también cruel, triste y con una capacidad impactante de devorar a quien rodea al paciente. Cuenta Pedro en su libro que el 75% de los cuidadores acaba con problemas de estrés, ansiedad o depresión. Quizá por ello es importante remarcar que el mal cuidador es el que nunca se separa del enfermo. El cuidador tiene que tener momentos de respiro y mantener la salud física y mental. Si no consigue nada de eso, el fracaso está asegurado.

Es probable que el Alzheimer no tenga aún la consideración social que se merece. Destruye la estructura neurológica de las personas que lo padecen, pero no consiste solo en una atrofia cerebral. El daño no se limita a quien lo sufre en primera persona. También genera un padecimiento a su alrededor que no se atempera con el paso de los años. Y raya lo indescriptible la sensación de incertidumbre que se avecina al entorno de alguien que comienza a descubrir los efectos de tal dolor. Hay profesionales de la salud que informan y orientan, y hay hospitales y asociaciones que organizan talleres y ayudan a afrontar el trance. En cambio, ninguna prescripción médica puede aún curar esta enfermedad larga y silenciosa.

Nadie muere de Azlheimer, sino con Alzheimer. Por eso es tan importante acompañar a quien lo padece hasta el final. Cerca. Con cariño. Cogiéndole de la mano. Pero recordando siempre que sin la ciencia, no hay solución.


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